miércoles, 29 de junio de 2011

Dolor, rabia, frustración.

Hoy no es el mejor día de mi vida. Estoy abatida, perdida en la mitad de la nada. Vacía.

Sí, tengo unas ganas terribles de no salir de mi habitación, de llorar desconsoladamente, de no comer, ni beber, ni hablar con nadie. Sólo llorar y dormir a ratos. No es el mejor método, pero por lo menos me desahogaré tranquila, no me limpiaré las lágrimas por temor a que alguien me vea. Estaré sola con mi dolor, y eso será más que suficiente.

No sé por qué estoy así realmente. Sabía perfectamente que estoy ocurriría, pero siempre existe esa mínima y cruel esperanza que hace que te ilusiones y que esto no hubiera pasado de verdad. ¡Tonta ilusa! ¿En serio pensabas que no iba a pasar? ¿En serio creías que iba a ocurrir un milagro? ¡¿Pero qué te pasa?! ¡¿También crees en los cuentos de hadas?! ¡Cada día estás peor! Sigue soñando. Es lo único que te va a quedar.

¡Maldita conciencia! Siempre está ahí, expectante a que la cagues, a que digas algo incorrecto e inapropiado, a que tropieces sobre tus propios pasos, a que tus gestos no se correspondan con tus palabras o con la situación. Siempre ahí, escondida detrás de esa oscuridad que hay en tu interior mientras todo va bien. O eso piensas. Mi conciencia ya había actuado días atrás, levantándome con el tema en la cabeza. Y cada vez que lo pensaba, más dolor sentía en la profundidad de mi ser. ¿Cómo podía ser que hubiera hecho eso? ¡¿Yo?! Esa tía que saca la fuerza desde donde no la hay, que se pone a hacer algo aunque su cuerpo y su mente le digan que no, ésa que nunca descansa. Yo. Y había caído. Pero nadie se puede imaginar lo difícil que es llegar hasta ese momento y que a una no le queden fuerzas, y que no pueda sacarlas incluso desde donde no las hay. Ya era misión imposible, esta vez sí. Completamente difícil.

No quiero decir realmente lo que ha pasado. Quien lo sepa, bien por esa persona, pero no tengo las fuerzas suficientes como para hablar del tema en cuestión que me ha llevado a sentirme la persona más desgraciada y peor del mundo. Perdóname. Estoy en mi derecho. ¿Te avergüenzas? Tengo que decir que SÍ. Tampoco es nada del otro mundo, pero es la primera vez que me pasa. ¡LA PRIMERA! Y es peor que si me hubieran cortado un brazo. Cuando me corten un brazo, (¡Dios no lo quiera!), no sé cómo me lo tomaré. ¿Mejor que esto? No creo.

¿Lo que no te mata te hace más fuerte? Ahora mismo no pienso eso. En absoluto. Ahora mismo, lo que no te mata te hunde más en la miseria, en la mierda que estás viviendo, en el mal momento por el que estás pasando. Hay gente que se lo toma mejor, otros peor, otros pasan del tema por completo. ¿Y yo? Yo ahora mismo estoy en los que se lo toman peor, y en el subgrupo de los que se quieren morir, sin importar el pasado, el presente, y el desconcertante futuro que les espera.

Necesito tiempo. No pensarlo por unos días. Pero mi mente y mi conciencia me traicionarán y pensaré otra vez en el mismo tema, sin descanso, martirizándome aún más. Y otra vez el dolor volverá y teñirá de oscuridad mis días de verano. Pero después, desde un rincón desconocido de mi persona, nacerá una fuerza también desconocida, me pondré delante del problema y le diré: “¿Quieres pelea? Pues ven. Yo también quiero pelear y machacaré tu culo sin compasión”. Y adoptaré mi mejor posición de lucha, como si fuera la mejor luchadora de wrestling que hay en el mundo.

Y lo machacaré, y haré que el problema desaparezca de mi vida PARA SIEMPRE.