La sensación de que algo va a ocurrir de forma inminente y
que no hay vuelta atrás para que acabe de otra manera ha estado dentro de mí
durante este fin de semana. Hoy ha sido el día de la resolución: al final ha
ocurrido lo que no quería que ocurriese.
Hoy hemos perdido a un amigo. No ha muerto, pero
seguramente para algunos de nuestra clase, puede ser que no le veamos más,
algo que me hace sentir esta pérdida como si fuese una muerte como tal, pero
sin el fiambre de por medio.
Le conozco desde cuarto de la E.S.O. Ha sido mi tutor, mi
profesor, un ¿amigo?, y un confidente el pasado octubre cuando ya no pude más y
tuve que explotar debido al estrés tan presente en este curso. Me ha enseñado,
me ha escuchado, aconsejado, ofrecido su ayuda, se ha interesado por mí. Y no
quería que todo acabase así, de esta manera tan brusca y sin solución que asome
por el horizonte. Se despedirá de mí, de mis compañeros, con todo el dolor de
su corazón seguramente y, probablemente – o por lo menos eso espero yo – con lágrimas
en los ojos. Va a ser un momento duro, muy difícil, uno al que no me he
enfrentado jamás en la vida porque nunca he vivido tan de cerca la despedida de un
profesor. Y digo que va a ser duro porque el cariño que se le tiene es inmenso,
el cariño que le tengo es grande y debe ser por eso por lo que he estado todo
el fin de semana dándole vueltas a cómo ha llegado a esta situación. No se han
dado explicaciones exhaustivas sobre el asunto, sólo que “se ha producido una
situación de fatiga y agotamiento”, que él mismo ha tomado esta decisión y se
ha hecho esto por su bien. Pero circulan rumores sobre otro tipo de
razones que han hecho que se tomara esta decisión tan repentina que más que
esclarecer dañan la imagen del protagonista. Nos ceñiremos por el bien de todos
a la versión oficial aunque ya nos dirán los verdaderos motivos un poco más
adelante. O, por lo menos, eso espero.
Se me hará raro que no venga más a clase, con sus prisas,
con sus comentarios absurdos que tan de quicio me sacan y que los hacía para
que la clase fuese más amena. Se me hará tan raro no verle hablar con los otros
profesores mientras se fuma un pitillo en la hora del recreo. Será tan extraño
y tan distinto todo que parecerá que estoy en otro colegio.
Gracias por haber aparecido en mi vida, por haberte
conocido, por haber compartido con nosotros, conmigo, tu vida; por habernos
enseñado tanto una materia como algunas cosas de esta vida; por haberme
animado, por haberme escuchado cuando más lo necesitaba, por habernos dado esas charlas que tanto con han ayudado,
por hacerme llorar ahora que escribo esto porque significa que te tengo un
aprecio del que a veces no me doy cuenta y que me hace sentir viva. Gracias por
todo, ex-tutor, profesor, confidente, AMIGO. Ojalá que algún día nos veamos en el camino.