martes, 14 de agosto de 2012

Happiness

Ante mi gran aburrimiento, he decidido pasarme por este blog, mi blog, y leer algunas de las cosas que he escrito desde que comencé con esto. Al leer una de las entradas he visto el tema de cantar, y he decidido que, por una vez en bastante tiempo, contarte algo bueno que me pasó en el mes de junio, a principios, y que, a pesar de las malas noticias que llegaron después, me dio ganas de vivir y una gran felicidad.

Un día, a principios de mayo, estando en la cafetería de mi colegio, llegó mi exprofesor de Música. Hacía un tiempo que había hecho una prueba para una canción en una de las reuniones de coro pero la canción no había salido por el momento. No me esperaba lo que me dijo: "¿Sigues interesada en cantar "Rolling In The Deep"? ¡Por fin la oportunidad llegaba! Sin pensarlo dije que sí. Me dijo que tendría que cantarla para la fiesta anual del colegio y que pronto serían los ensayos, tanto es así que fueron una semana después, y concertamos el día. Estaba muy contenta ante tal acontecimiento, aunque también estaba bastante nerviosa porque el tiempo apremiaba y tenía que estudiar para Selectividad.

Después de un par de ensayos, con comentarios de admiración hacia mi voz y caras de sorpresa por parte de los profesores (eran ellos quienes tocaban los instrumentos), y Selectividad, llegó el día. A principios de año se metió en mi cabeza la idea de cortarme el pelo, un cambio radical, pero quería esperar hasta acabar por completo todo lo que tenía que ver con mi vida académica preuniversitaria; así que el día después de Selectividad decidí cortarme bastante el pelo, algo que agradecí infinitamente y decisión de la cual no me arrepiento en absoluto. Después llegaron los nervios: que qué me pongo, que no se me estropee el peinado, que si cantaré bien o no, etc.

Después de más de una hora de concierto, llegó mi turno. No estaba muy nerviosa porque el ensayo de última hora había salido bien y había calentado la voz durante la canción anterior a la mía. Tenía ganas de soltarlo todo. El público cantó conmigo, la gente estaba entregada, yo miraba para un lado y para otro, fijándome en la gente, en su reacción. Miré a mis amigos, que estaban entusiasmados con la actuación. Y "Rolling In The Deep" sonó mejor que nunca - excepto porque el sonido en general era una mierda, yo soné bien -. El público aplaudió y yo no podía dejar de sonreír: mi sueño de cantar delante de un público se había hecho realidad, ¡y no me tiraron tomates!

Después vinieron las felicitaciones de algunos de mis profesores, de mis padres - ¡mi padre grabó la actuación con el móvil! -, de mis amigos y hasta de una niña pequeña muy mona que me hizo mucha ilusión.
Era feliz, muy feliz, y cada vez que escucho la canción, ya sea en la radio o porque me decido a ponerla, me acuerdo de ese día, en el que me dijeron que no era una buena cantante, sino que era una artista.